Ciudad Carcelaria



Con "Ciudad carcelaria" nos proponemos registrar y denunciar la tendencia hacia la transformación de espacios públicos en lugares neutralizados y diseñados para no ser habitados. Rejas, bancos, bolardos, obstáculos, etc. delimitan lugares que no invitan a quedarse allí ni a disfrutarlos. Notamos, asimismo, que este tipo de diseño tiene una clara dirección hacia ciertos sectores de la sociedad, volviendo a la ciudad de Buenos Aires hostil, clasista y brutal para ellos, en tanto permanece bella y amable para los otros. A esa forma de diseñar la ciudad, le corresponden prácticas punitivas: acciones de control, seguimiento y represión, y decisiones acerca de qué tipo de instituciones son bienvenidas en la ciudad macrista, y cuáles deben ser expulsadas a la provincia de Buenos Aires, o a los confines de la ciudad. 

Este proyecto nace a partir de la observación personal de hechos pequeños y cotidianos, del uso de objetos, de las peleas por el derecho a disfrutar de la belleza de modo individual y colectivo.

Las recorridas habituales y cotidianas por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la observación de sus cambios y reubicaciones a gran escala, y las modificaciones visibles en lo más pequeño, permiten, a quienes tenemos una determinada mirada sobre lo que debe ser una ciudad para todos y todas, señalar las marcas que, por el contrario, la tornan hostil, clasista y brutal para determinados sectores, como lo es bella y amable para otros.
Y para todos, un gran panóptico, no como el clásico, con un ojo vigilante ubicado en el centro del espacio, sino con miles de ojos repartidos por plazas, estaciones de trenes y subtes, negocios y casas particulares, calles y avenidas. Nuestros pasos, nuestras acciones, nuestras marchas, nuestros encuentros, rigurosamente vigilados. Nuestras conversaciones e intercambios, también.

Los bancos fueron la primera señal de alarma. Instalados originalmente -aún en la Buenos Aires fragmentada entre norte y sur como marcas de clase- ostentaban la belleza y la comodidad pensadas para su uso: sentarse, descansar, leer, comer un sánguche, conversar, dar la teta, besarse, quedarse un rato allí, simplemente, dejando el tiempo pasar.
A medida que esos bancos se desgastaban, o al sumarse nuevos donde no había la operación de transformación en objetos feos, hostiles e incómodos los transformaron en espacios que llamamos -precisamente por esas características- en bancos carcelarios.
Los ejemplos son numerosos, pero solo a título ilustrativo podemos ver los que están en el mismo espacio: el Parque Centenario.
Aquellos bancos habitables
Bancos hostiles




Los bancos de este tipo pululan por toda la CABA, y se han comenzado a extender por otras ciudades y municipios. Indagar en el por qué de instalar este tipo de mobiliario urbano es parte del proyecto de investigación que decidimos encarar, porque tenemos hipótesis, pero nos interesa conocer los motivos de los planificadores urbanos que deciden bajo una misma concepción política -el macrismo- en nuestra ciudad, desde el año 2007.

A los bancos, se suman otras señales de carcelización de la ciudad: rejas, obstáculos -que hemos aprendido que se llaman bolardos- con forma de balas, destrucción de grafitis para emparejar con colores celestes o verdes, que resuenan a la uniformidad castrense, y   en ese contexto, un despliegue de prácticas punitivas como nunca antes: policías locales y fuerzas federales invadiendo todos los espacios, de uniforme y ocultas en sus disfraces de personas comunes; persecución a determinados colectivos -niñxs y adolescentes pobres; trabajadorxs callejerxs; personas en situación de calle; manifestantes organizadxs-. La violencia de las fuerzas de seguridad, el control permanente, y la construcción de una ciudad que se expresa en una hostilidad brutal, es lo que queremos mostrar. Con imágenes, con videos y audios, con reportajes a personas que piensan la ciudad de otro modo, y luchan para transformarla, con entrevistas a las víctimas directas de estas políticas, y con discusión teórica. Anclamos en nuestros saberes: el derecho, la criminología, la literatura, el periodismo escrito y visual, el arte, y en nuestras militancias por el derecho a la belleza y al disfrute,  e invitamos a otros saberes y militancias a preguntarse qué tipo de ciudad queremos.

Y a la vez, en la denuncia de la Ciudad Carcelaria, vamos a la única Cárcel que le queda a la Ciudad, la de Devoto, que los mismos gobernantes quieren demoler. En el intento de demolición de la Cárcel de Devoto -Sitio de Memoria, señalizado como tal, donde se produjo la Masacre en el Pabellón Séptimo, el 14 de marzo de 1978- se completa una operación que queremos discutir: mientras la Ciudad se carceliza, la Cárcel se quiere enviar lejos, donde sus habitantes y visitantes no sean vistos ni le molesten a los buenos vecinos a los que también les molestan los negros senegaleses, los vendedores callejeros, los colchones en las veredas, el paisaje urbano de la pobreza en toda su extensión.

Para hablar de la Cárcel real, esa que quieren demoler -como demoler quieren los viejos hospitales, los profesorados, los grandes espacios ansiados por el negocio inmobiliario- nos proponemos hablar con los presos y sus familiares, y mostrar cómo lo carcelario se expande desde detrás de los muros hacia el afuera, y cómo, a la vez, desde el afuera somos muchxs quienes intentamos llevar el mundo exterior a través de esos muros.





Diseño Hostil

El artista inglés Stuart Semple afirma  en el sitio web https://hostiledesign.org/  “El diseño hostil es un diseño contra la humanidad”. El referente de la crítica contra esa tendencia de diseño urbano –también conocida como arquitectura defensiva– fue uno de los  primeros en lanzar una campaña para concientizar acerca de “objetos especialmente creados para excluir, dañar u obstaculizar la libertad del ser humano, generalmente con el fin de apartar a un determinado grupo social del espacio público. Menciona, como ejemplos, bancos de plaza con apoyabrazos colocados estratégicamente para que ningún sin techo pueda allí dormitar; aspersores de agua que se activan intermitentemente sin intención de riego sino de dispersar encuentros colectivos; tornillos instalados en escalones para desalentar las piruetas de skaters; pinches frente a vidrieras de negocios para que las personas no puedan sentarse a aguardar, etc. Esta misma campaña se lanzó luego a las redes sociales, principalmente Instagram, donde con el hashtag #HostileDesign se invita a todxs a postear fotos en una “galería del diseño criminal”.
A esta iniciativa se sumaron luego los hashtag en español #diseñohostil y #arquitecturahostil, y varios perfiles de Instagram que desde diferentes ciudades del planeta buscan denunciar lo mismo. Aquí, la lista que hemos llegado a construir, incluyendo el que creamos nosotrxs:

@ciudad_hostil (Bogotá)
@ciudadcarcelaria (Buenos Aires)
@lavistaurbanadeldia (Guayaquil)
@uncomfortable_surroundings (Londres)
@hostile.la (Los Angeles)
@redesycalles (Madrid)
@montevideortia (Montevideo)
@hostiledesign_nyc (Nueva York)
@defensive_to (Toronto)

Sin referencias a una determinada ciudad:

@anti_anti_object
@defensivecity
@citiesfightingthehomeless
@hostilecities
@hostile.architecture@unpleasant_design
@antisleepingsocialclub








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